Egun on kukuoyentes de esta emisora imaginaria.
Tuve el placer de trabajar con Nicolás este verano. Nos conocimos y como surfistas nos contamos nuestras batallitas.
Cuando me enteré que procedía de una zona no costera y que había llevado su surf tan lejos como hasta Waimea, supe que tenía que entrevistarle.
Desde aquí me gustaría darle las gracias a Nicolás por recordarnos, en una sociedad donde la imagen tiene un valor desproporcionado a todo lo demás, porqué surfeamos.
Espero que disfrutéis la entrevista.
Quizás, más de uno después de leerla, decida desempolvar su pintxo y entrenarse de nuevo para estar ahí fuera una vez más.
Ondo ibili kukureaders!
Un riojano en Waimea. Entrevista a Nicolás Ortigosa Yoldi.
Por Jabi Iraizoz.
¿Qué hace un riojano
pillando olas grandes en Waimea? Pero antes, ¿cómo fue tu acercamiento a la
costa?
Yo nací en Logroño en el 83 y de toda la vida he sido
veraneante en Zarautz y de ver a la gente aquí me fui aficionando al surf hacia
los quince años. Mis hermanos que son mayores que yo también surfean.
¿Y cuando estabas en
La Rioja, echabas de menos las olas?
¡Claro! Siempre que podía o me dejaban me acercaba. Logroño
no está tan tan lejos. A veces había inviernos que no podía venir hasta
primavera. Me imaginaba el mar, tenía morriña. Pero claro, era un chaval y no
tenía la independencia de poder moverme cuando quisiera.
Siempre me he sentido muy bien en el mar y siempre me ha
atraído muchísimo.
¿Cuándo empezaste a
interesarte por las olas grandes?
Sobre todo viajando. Indonesia me marcó en ese aspecto. Me
sentía cómodo en esas condiciones y poco a poco fui cogiendo confianza en mi
mismo. Estuve un par de meses allí y me cuadró mucha continuidad de marejadas.
Lo que hacías una semana a la siguiente lo notabas y a la siguiente si había otra
marejada más fuerte lo notabas más.
Cuando volví aquí tras ese viaje estaba muy pendiente de ir
a Roka Puta, pero esa constancia de mar no era la misma. Hablamos de que aquí
rompía así cada tres meses. Fue un parón. Aquí pasamos de cero a cien de
repente y luego no sabes cuando va a volver a entrar grande.
¿Cuál fue tu primer pintxo?
Un gun Rawson 8’4.
¿Y tus primeras olas
grandes?
En Roka Puta he tenido mis baños. Aunque nunca he terminado
de conectar con esa ola. Quizás por ese tema de la continuidad. Ha sido siempre
muy abrupto. Por la zona de Parlamentia, Avalanche algún día. Esa zona me gusta
más porque tienes esa entrada, el canal, tienes más escape.
Roka Puta tiene baños muy difíciles y yo tampoco soy un
surfista profesional. La escapatoria a veces es difícil allí. Además nunca
sabes donde va a caer. De repente la corriente te puede coger, igual estás bien
y de pronto entra una serie en mar abierto y te caza o te metes demasiado
dentro, hay factores de mucho riesgo.
En Indonesia estuve dos meses y el año pasado estuve en
Hawaii otros tres.
¿Cómo son las olas en
Hawaii?
Tienen muchísima fuerza. Mucha brutalidad. El Mar es muy poderoso.
Difícil de ver así en cualquier sitio. Y se nota mucho en el ambiente. Está
todo muy direccionado al oceáno. Se vive la tensión de que en cada baño hay un
riesgo altísimo. Que se nota que te estás jugando la vida. Superpoderoso.
¿Cómo fue tu
experiencia con la olas grandes en Hawaii?
¿Llevaste tus tablas?
No. Fui sin tablas. Me compré un 9’9.
Yo tenía Waimea en la cabeza y tienes muchas imágenes en la mente pero claro
hasta que no ves aquello no sabes. Físicamente estaba bien. Empecé a surfear
mucho en Sunset. Empecé a coger confianza conmigo mismo y la tabla que era un
pintxo clásico con bien de volumen, quillas fijas y me empecé a sentir muy
bien. Había ido solo y tenía como objetivo surfear Waimea.
Allí cuando no hay mar se está esperando que entre en breve.
Sabes que no va a durar mucho la calma.
¿Cómo fue tu primera
sesión en Waimea?
Pues fue por la mañana. Me desperté, cogí la tabla y la
bici, crucé el North-Shore y me dirigí a Waimea. Aquello fue todo un ritual. Mucho
respeto. Y nada, empecé a entrar, entré bien y de repente vi esos muros de agua
de entre 3 y cuatro metros. Había bastante gente pero muy bien, estaba todo tan
al límite que la gente estaba tan concentrada…era
muy consciente de lo que estaba haciendo.
Pero en Waimea es
tradición coger varios surfistas la misma ola, ¿cómo funciona?
Es complicado porque en el take-off se pone tan vertical que
a veces es incontrolable que se te vaya un poco la tabla y no le des al de al
lado. Son cosas que pasan.
Pero estar allí es algo mágico. Hay gente muy preparada y con mucho nivel.
Pero acabas formando parte de ello. Es lo bueno de ir con tiempo a estos
sitios. Que al final te vas nutriendo de todo ello. De repente coges una de
esas olas, la bajas, miras hacia arriba y ves todo el muro y piensas “Lo he hecho”.
¿Cómo dormiste
aquella noche?
Tenía mucha adrenalina, mucha tensión. Al fin y al cabo era
un sueño hecho realidad. Satisfecho por haber cumplido un objetivo que me había
marcado.
¿Volviste a entrar
allí?
Si, unas semanas más tarde. Estaba más grande y más potente.
No se celebró el Eddie Aikau porque no tuvo la constancia durante todo el día.
Pero recuerdo estar en el agua y ver picos enormes. Las series estarían entorno
a los cinco metros.
Waimea es un sitio que o remas como una bestia y vas o si
vas a medias te juegas el tipo. Si vas muy bien colocado justo ese momento en
el que se pone la ola más doblada, más vertical puedes aguantarlo bien. A poco
que vayas un poco retrasado la tabla te coge aire abajo y sales volando.
Si notas que vas a ir y te lleva, dale a tope y echa bien el
cuerpo hacia abajo. Por eso cuando vemos vídeos vemos tantas tablas volando
porque cuando se pone vertical coge aire. Y por eso el bottom se alarga tanto,
sales disparado con tanta energía.
¿Qué hiciste con la
tabla cuando ibas a regresar?
Allí se quedó. La volví a vender. Sentí que su lugar
pertenecía allí. Lo importante venía conmigo.
¿Tienes alguna
anécdota que contarnos?
Más que anécdota yo destacaría el ambiente que se respiraba
en Sunset respecto a los surfistas más mayores, de más de sesenta años. Gente
que aguanta el tipo. La nobleza de la gente que se va haciendo mayor y sigue
retándose en olas grandes. Aunque no coja ni una ola. Pero esa sensación del
hombre y el Océano, aunque esté con su pintxo sentado viendo pasar series.
Me quedé mucho con esa sensación. No el hecho ya de coger
olas o hacerte tubos o lo que sea, sino esa sensación de poder seguir siendo
parte de eso.
Yo vi personas que habían transcendido un poco lo que es el
surf. Que cogían su tabla, se sentían surfistas e iban al Océano. Todo lo demás
es algo que puede suceder. Pero lo importante es esa conexión.
Es una lección de vida. Aprender de ellos. Que no pasa nada
porque un día no pilles una ola. Es algo que me gustaría recalcar, que cada
surfista tiene su trayectoria y no hay que compararse con ningún otro.
¿Qué te dicen en La
Rioja cuando saben que surfeas y que has estado en Hawaii?
Pues claro, hablas de surf en Logroño y se sorprenden. Ahora
poco a poco va saliendo más gente surfista de allí. La gente más mayor te
pregunta ¿Pero que es esto que haces? ¿Qué has hecho en Hawaii? Les impresiona
mucho. ¿Qué haces en esas olas? Risas. Un riojano surfeando en Waimea pues no
es muy habitual que digamos.
¿Quieres lanzar un
mensaje a los lectores?
Un saludo y ¡nos vemos en el agua! A seguir evolucionando
con todo lo que se pueda.
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