dijous, de desembre 29, 2011
962 Goiburu berria. Cabecera nueva. New header.
Egun on kukuoyentes de esta emisora imaginaria. He pensado que era momento de actualizar la cabecera del blog y aquí tenéis el resultado.
Me resistía a cambiar la anterior. La ola no era otra que Belharra, la gran ola que visita nuestras costas muy raramente como un mastodonte de un cuento medieval. Y el rider aún y posiblemente siempre, desconocido. La fotografía fue sacada desde una furgoneta bajo el diluvio invernal y cristales empañados de una furgoneta. Disparando entre los intervalos de los limpiaparabrisas.
En esta, la nueva: color, una ventana a un lugar muy muy lejano. A una ola impresionante. La ola más increible que he surfeado en mi vida. Por su magia. Porque solamente tuve una sesión allí. Y porque el chico que fue a surfearla nunca volvió a ser el mismo después de hacerlo.
Bordes redondeados. La tipografía que es caligráfica seleccionada entre varios bocetos es el toque personal. Permanece igual que antes pero con un pequeño sombreado que le aporta volumen.
Y el pequeño subtítulo -en la cresta- aclara que Kukurustan significa "en la cresta" en euskera. Algunos creen que se trata de un país imaginario. Y no me parece nada mal. Aquí estáis para soñar y escapar un ratito de la rutina. Para cargar las pilas y aportar lo que queráis. Así que bienvenidos de nuevo a Kukurustan, ese lejano país en el que siempre iréis montados donde más os gusta ir, en la cresta. Espero que os guste el cambio.
Ondo segi kukureaders!
961 Gros.
Egun on kukuoyentes de esta pequeña emisora imaginaria.
Tan solo una nota para mencionar las buenas sesiones que vamos teniendo a lo largo de esta última semana en Gros. Olas buenas, largas y potentes. Sesiones intensas con duras remadas. Y tras un otoño con condiciones superamables, cálido y pleno de olas, el invierno ha entrado sin contemplaciones y también repleto de ondas. Izquierdones y derechas. Ayer entré con 4/3, gorrito y escarpines. Y tras una sesión de 3 horas salí con las manos moradas. Algo me dice que en cuanto a frío va a ser un invierno duro.
Por cierto, una mención para la limpieza que se realizó el pasado día 22 de la mano de Patagonia Donosti en esta misma playa. Pasamos un buen rato y sacamos muchas bolsas de basura. Podéis ver las fotos aquí CLICK!
Ondo segi kukureaders de esta radio que se lee!
Tan solo una nota para mencionar las buenas sesiones que vamos teniendo a lo largo de esta última semana en Gros. Olas buenas, largas y potentes. Sesiones intensas con duras remadas. Y tras un otoño con condiciones superamables, cálido y pleno de olas, el invierno ha entrado sin contemplaciones y también repleto de ondas. Izquierdones y derechas. Ayer entré con 4/3, gorrito y escarpines. Y tras una sesión de 3 horas salí con las manos moradas. Algo me dice que en cuanto a frío va a ser un invierno duro.
Por cierto, una mención para la limpieza que se realizó el pasado día 22 de la mano de Patagonia Donosti en esta misma playa. Pasamos un buen rato y sacamos muchas bolsas de basura. Podéis ver las fotos aquí CLICK!
Ondo segi kukureaders de esta radio que se lee!
dilluns, de desembre 26, 2011
960 Un año al ritmo de las olas V.
6:00 am. Parque Nacional en el Sur de Australia. Huellas de canguros en las dunas. Los delfines vinieron a surfear con nosotros esa mañana. Me sentí afortunado. |
Egun on kukuoyentes de esta emisora imaginaria.
Aquí os dejo el último artículo de la sección "Un año al ritmo de las olas" que he publicado en la revista 3sesenta. En esta ocasión para el Especial Viajes. Corresponde a la última etapa del viaje, sin duda una de las más intensas del mismo y la llegada a casa.
Sin duda volvería a subirme a aquél primer avión que me llevó a vivir tantas maravillas. Estos cinco artículos más el especial foto (ver etiqueta 3sesenta a la derecha) serán sin duda, un recuerdo precioso con el paso del tiempo.
Ha sido un honor publicar tanto mis textos como fotografías junto a tanta gente con tanto talento. Además, un ejercicio de disciplina que me ha llevado a esforzarme, a sumergirme en el lenguaje y recoger las palabras adecuadas para llevároslas a vosotros. De esta manera he intentado llevaros conmigo. Desde aquí, darle las grácias a Felip por poco antes de emprender el viaje, ofrecerme esta bonita oportunidad.
Mi casita indonesia a 40 metros del mar. Diálogo constante con la ola. |
Estación de tren de Jogjakarta. El volcán Merapi en erupción, la ciudad cubierta en cenizas. Prisa por marchar. |
Canoa polinesia llamada Va'a. Me marchaba de aquella isla remota en ese viejo ferry con la mochila llena de olas y aventuras. |
Un globo terráqueo iluminado por una cálida luz anaranjada en la esquina. Una pila de diarios junto a este que escribo ahora. Un mapa de Tahiti y otro de Margaret River. Un permiso internacional para conducir que se cae a pedazos sobre ellos. Mi cámara reposa exhausta en aquella butaca. Mis zapatillas están trilladas; sin embargo lo han conseguido, han dado la vuelta al mundo.
Y yo aquí, en este
escritorio. Mirando por la ventana recientemente aterrizado como si viniera del
planeta k-pax. A través de esa ventana pasan la gente y los coches. La gente de
Donostia. He llegado a casa tras vivir el año más intenso de mi vida. Estoy aún
asilvestrado. Y espero que me dure. Pero aún os debo el relato de mi última
etapa de mi viaje. Nunca se me ocurrió que esta me depararía algunas de las
experiencias más remarcables de esta aventura.
Planeo hacia el pasado en mi mente y aterrizo en Raglan.
Allí, tras una noche de despedida y unos vinos con compañeros viajeros y mi
amigo maori Steve, me subo al pick-up de un currante surfista que se dirige a
Auckland y se ha ofrecido a llevarme. Las tablas van detrás y serpenteamos por las carreteras comarcales
de Nueva Zelanda. Este país es muy curioso. A veces me recuerda a la Europa
rural. El día es soleado y me siento afortunado. Me voy a Tahiti.
Salto de la camioneta en el aeropuerto. Voy con mucho tiempo
de antelación. La chica del mostrador es maori. Es de mi edad y creo que se
fija en mi Ta-moko (tatuaje maori) en mi brazo. Le caigo bien. Está embarazada.
Bromeamos. Me da salida de emergencia, ventanilla y ningún problema con mi gran
bolsa con dos tablas y ropa, harpón, neopreno, casco, etc..
El enorme policia que revisa el pasaporte, también maori, se
sorprende al ver mi brazo abriendo los ojos y la boca. Me pregunta si vine a
recibir el Ta-Moko. Muy simpático, intercambiamos impresiones, me hace algunas
preguntas y amablemente me desea un buen viaje.
Me subo al avión y mi buena racha continúa. A mi lado se
sienta David, ex trabajador de la compañía recién jubilado. Nos sirven
champagne (en turista) y nos colman de atenciones. Y solamente por estar sentado
a su lado!
El vuelo es bueno, sin embargo me preocupa cómo llegar a la
pensión. Con mi gran bolsa, a las dos de la madrugada, en un lugar tan caro
como Tahiti. Desembarcamos y la sensación de calor me abraza. Viniendo del
invierno kiwi es muy agradable. Dos músicos nos reciben cantando a pleno pulmón
tocando el ukelele. Algunos pasajeros
tahitianos cantan a su vez la misma canción celebrando la llegada. Le veo a
David, me presenta al amigo que le ha venido a buscar y nos despedimos. Me indican donde tengo posibilidades de que
pase algún taxi.
Recojo mis tablas y las arrastro hasta el borde de la
carretera. Noche cerrada. 15 minutos. Ni un solo taxi. De pronto veo pasar un descapotable azul. Da
la vuelta y se para junto a mi. Son David y su amigo, las dos locas pasados los
cincuenta. Ni a mi se me ocurriría la posibilidad de meter semejante bolsón en
un descapotable nuevo y con tan poco espacio, pero me dicen:-venga, te
llevamos! Cómo te vamos a dejar ahí?- increiblemente lo conseguimos, atravesamos
Papeete y tras varias vueltas encontramos la pensión que había reservado. Les
doy las gracias y nos despedimos. Una llegada realmente pintoresca.
Recuerdo que durante la última semana en Raglan se murió el
doctor del pueblo. Era un hombre maori muy mayor y muy querido. Todo el pueblo
acudió al Marae (casas maori de reunión) para honrarle en un día soleado. Muchos
coches desfilaban en procesión del Marae al Club del pueblo. Uno de esos días
conocí a un surfer de algo más de cuarenta años mientras obsevaba los longboard
de Raglan surfboards. Este hombre parecía saber mucho de surf y resultó haber
sido el director de la Stormrider Guide Europa. Había vivido un año en
Hossegor.
Intercambiamos vivencias y durante la conversación surgió mi
viaje a Tahiti. Al saber que viajaría solo, marcó su dedo en el mapa y me
sugirió hacia donde dirigirme. Asímismo, me dio varios consejos para
aproximarme a las olas polinesias, y en concreto a sus locales:
Tim dice:
-
Siéntate abierto. Espera. No molestes. Muestra
sumisión (mirada baja).
-
Estate extremadamente tranquilo en todo momento.
-
No te muestres demasiado interesado en nada a no
ser que te pregunten.
-
Y si te dan una oportunidad para reir, tómala.
-
Levántate muy temprano por la mañana y se el
primero. Tan pronto como se empiece a llenar vuelve a tierra. Plantéate surfear
tarde otra vez. Evita los momentos más obvios para surfear.
Confié en Tim.
Los primeros días los dediqué a hacer reconocimiento por
Papeete, una de mis partes favoritas nada más llegar a un lugar nuevo a mis
sentidos. Localizar las playas, ir al mercado, hacerme con un mapa, situarme,
localizar transportes, hablar con los locales, comparar precios y planear el
siguiente paso. Cuando salí de la
pensión por la mañana me quedé impresionado por la altura de las montañas, los
verdes e imponentes volcanes.
El circo estaba ON en Teahupoo. Sin embargo era fin de
semana. Eso significaba pagar un pastón para bajar allí ya que no hay buses
esos dos días. Hubo varios días de lay-day ya que esperaban un swell monstruoso.
Los taxi-boat que te llevan a ver la ola durante el campeonato cobran por manga
alrededor de 60 euros. Y esta cifra aumenta o incluso se duplica para ver la
final.
Me habría gustado verlo claro, pero decidí ir a por mis olas
y encaminarme hacia aquella pequeña isla que mi inesperado guía de NZ me
indicó. Iría a visitar Teahupoo cuando hubiera pasado el show.
Dejé lastre en la pensión a cambio de unos billetes. Volvería
allí antes o después. Me llevé lo imprescindible. Fuera del circuito comercial y de lunas de
miel, me vi siendo el único blanco en un muelle industrial frente a un mercante
azul digno de una película de Indiana Jones. Viejo, oxidado y sin espacio
reservado a pasajeros, auténtico. A mi lado, familias polinesias con niños,
algunos muy pequeños, esperando para subir a este ferry que recorre infinidad
de islas. Humanidad. Ojos isleños. La mayoría somos polizontes, viajeros
ilegales. A mi lado, una mochila y dos tablas comprimidas en una funda.
23.8.11. Papeete.
Me encuentro a bordo del ferry a punto de zarpar. No estaba seguro de
si podría subir, ya que oficialmente solo pueden llevar a 10 personas aparte de
la carga; vamos a tope de congelados, coches y todo tipo de objetos para otras
islas. He hablado con el capitán y se ha enrollado; otros 20 y yo hemos entrado
de estrangis tras el control. Zarpamos! Me he hecho colega de Robert, el
cocinero y me ha dejado acomodarme en el comedor junto a la cocina. Hay unos
asientos “cómodos”. Lleva una gorra de
Top Gun.
Estaba adormilado. He abierto un ojo y he visto un par de cucarachas
rondando. Todo el mundo duerme, en los asientos, en el suelo, en la cubierta..
Salgo afuera y veo la vía láctea cruzando de babor a estribor. El barco va
fino, la noche es cálida. Una estrella fugaz me saluda. Elementos bioluminiscentes
brillan en el agua. Vamos con un vaivén muy suave.
Llegué de madrugada y en la pensión, debido a un
malentendido no me esperaban. Tras mucho llamar tuve que dormir en la calle. Me
monté un chiringuito con la funda de las tablas en la terraza del bar y dormí
hasta el amanecer. Me levanté con un brazo dormido y no pude articular palabra
ante lo que vieron mis ojos. Estaba justo en frente de la laguna, a 15 metros
del agua. El verde de aquél paraíso volcánico se inclinaba hacia un acuario
cristalino. Los pájaros, los peces. El reef al fondo y una preciosa izquierda
llamando mi atención. Ese color del agua..No me lo podía creer.
Eran las 6 de la mañana y ya había mucho movimiento. Recogí
algunas botellas de cristal de esa pequeña playita junto al muelle y las llevé
a la papelera. Llegó la dueña de la pensión y me apresuré a quitar mis tablas
de la vista. Es un grave error tomar a los locales polinesios a la ligera. El
localismo allí es algo muy serio. Y en Papeete escuché historias muy macarras
de esta preciosa isla: robo de tablas al finalizar tu estancia, cámaras con
fotografías de sus olas que nunca vieron la luz al terminar en el fondo del
reef..me lo iba a tomar con mucha mucha calma.
Al llegar no lo sabía, pero cada uno de mis movimientos iba
a ser observado y juzgado. Seguí los consejos de Tim y a mi intuición. Aprendí
a saludar y a dar las grácias en el idioma local. La tensión entre polinesios y
franceses es muy palpable. Las ansias de independencia y heridas profundas en
la historia, como las pruebas nucleares entre los 66 y 96 (193 tests ). Además
los habitantes de esta isla fueron algunos de los que presentaron batalla a los
colonos. Son guerreros.
Procuré recoger siempre algo de basura de la playa; siempre
lo hago, me gusta dejar la playa un poco más limpia de lo que me la encuentro,
pero me aseguré de que me vieran hacerlo. No entré al agua a saco, esperé mi
oportunidad. Y llegó en forma de australiano. Su madre vive allí casada con un
polinesio y él a base de años de visitas y paciencia se ha ganado su sitio en
el pico.
La derecha.
Yo había salido a leer un libro y observar la situación y él
llegó en su bote. Buscaba un surfista que le acompañara a hacer body-surf ya
que las corrientes en el canal del reef son muy peligrosas y una vez este
excelente bodysurfer casi se perdió en el océano para siempre. La mar estaba
subiendo. Me fui con él.
Y tras cruzar la laguna
en aquél bote de aluminio por fin apareció ante mi el poder de una ola azul
turquesa que tantas veces había visto en revistas y que dudaba si realmente
existían. Allí lo tenía, frente a mis ojos, sobre el reef. El paraíso,
custodiado por humanos, no por ángeles, pero el paraíso.
Una derecha en curva, un bowl de metro y medio rompiendo muy
seca y rápida. Y no había nadie. Mi nuevo colega body-surfer y yo. Y fue la
sesión más intensa de todo el viaje. Una mezcla de miedo y adrenalina. El
hombre que este amigo australiano llevó hasta el pico no fue el mismo que
regresó a tierra. Nunca olvidaré aquella sesión que duró casi dos horas. No
podía quitarme la sonrisa de la cara. Ni quería. Ahora se me dibuja de nuevo al
recordarla.
La izquierda.
La mar subió demasiado. Se desfasó. Esperé.
29.8.11
Hoy he surfeado con una ballena jorobada. Por primera vez he cruzado la
laguna remando. Ella y yo solos. Eran las 7 de la mañana. A mi izquierda la ola,
a mi derecha la ballena. Glassy. Un metro limpio. Me he sentido como si me
estuviera comiendo una tarta de chocolate yo solo. Una ola transparente sobre
un acuario salvaje y libre. Corriendo sus paredes me he sorprendido mirando al
fondo y su variedad de cuevas en el reef, piscinas turquesa de agua salada. La
ballena ha estado tumbada tranquila a unos 30 o 40 metros de mí durante media
hora, soltando algún chorro de vez en cuando, respirando poderosamente. Si el
cielo existe debe de ser un lugar muy parecido a este.
Pasaron los días. Exploré la isla. Tuve mucho cuidado a la
hora de sacar fotografías. Si veía mal rollo me metía en la pensión. Un día
presencié una pelea muy bestia en el muelle. Intenté hacerme invisible. Surfeé
cada mañana temprano. Leía, cocinaba, practicaba yoga, observaba. Me iba a
bucear por el jardín de coral. Morenas, peces loro, payaso, escorpión,
tortugas..cada vez disfrutaba más con las inmersiones; bajar al fondo,
agarrarme al reef y dejar que los peces me rodearan. Aguantar la respiración
cada vez más me resultaba un tipo de meditación renovador. Me fascina el fondo
marino. Saqué mi billete en otro ferry de vuelta con antelación. Pero no le
dije a nadie cuando me marchaba ya que temía que alguien intentara robarme las
tablas en el último momento.
A modo de ofrenda regalé 3 pastillas de parafina y un juego
de quillas a un local. Le indiqué que se lo diera a los niños. Y se quedó muy
sorprendido. Allí no hay surfshops.
El Encuentro.
Y justo después tuve una de las experiencias humanas y
relacionadas con el surf más fuertes de mi vida.
6.9.11. Por la tarde..
La magia ha vuelto a suceder. Esta vez no en forma animal, sino en
forma humana.
Tras cocinarme y comerme una txuleta con patatas (el supermercado local
curiosamente es grande y tiene de todo ya que muchos barcos paran a repostar
aquí), y descansar un rato he decidido ir a por una segunda sesión. Estaba más
grande, con un par de metros. Me he ido acercando, cruzando la laguna y he
visto una gran familia de polinesios, grandes y jóvenes. Unos 12. He tragado
saliva y he pensado que era la situación descrita por otros viajeros como
susceptible de tener problemas. Me he sentado abierto en el piko, he esperado y
he sido muy respetuoso. La mirada baja. Sorprendentemente, uno a uno han ido
pasando y dándome la mano. Jóvenes y mayores: -Ia Orana, Ia Orana.
He cedido las olas que tenían un
candidato. He aprovechado cada oportunidad; me he echado a las más gordas,
priorizando la seguridad de los que remontaban. Ojos observaban cada una de mis
olas.
Tras un buen rato la mayoría se han salido del agua. Me he quedado solo
con uno de ellos, al que ya había visto en otras sesiones. Le he seguido para
conocer el mejor camino , la mejor corriente para regresar. Me ha guiado y en
la orilla hemos conversado.
-Llevas ya un tiempo por aquí eh..- Este local averigüé más tarde, es
el hermano de los dos locales más duros de la historia de la isla. Uno vive en
Hawaii ahora y el otro tuvo problemas con las drogas y está en rehabilitación.
-Esto no estaba abierto durante mucho tiempo ¿sabes? Si vienes con
amigos no puedes surfear. Pero si vienes como has venido, solo, con respeto, no
problema. Si tienes novia, la puedes traer también. Sabemos lo que tenemos
aquí. Pero mira a Teahupoo. Nosotros no queremos eso. No queremos vender
nuestras olas, las queremos para nuestros niños. Tú, así, no problema.
Me he sentido aceptado; nunca seré un local, pero que me presten el
derecho a surfear sus olas tras 15 días aquí es todo un regalo. Ahora entiendo
a esta gente. Aunque no justifica la violencia lo que tienen es muy
valioso. Ahora me saludan con un shaka. Nadie
me va a robar las tablas.
Dejé aquella isla viendo el atardecer y a los remeros
polinesios deslizándose con su Va’a sobre una ola gritando de júbilo. La
derecha y la izquierda bombeando. Un delfín y una ballena con su cría se
sumaron a la despedida. Poco a poco, me alejé con un nudo en la garganta.
Y hasta aquí ha llegado esta aventura. Indonesia, Australia,
Nueva Zelanda y Polinesia francesa. Echo de menos algunas cosas, como ver
tantos delfines y tanta vida marina. Los canguros, las historias de tiburones,
las ballenas.. Muchas personas muy especiales que conocí en el camino y
descubrir algo nuevo cada día.
Pero ante todo me siento agradecido. Y muy afortunado por lo
que he vivido. Una experiencia vital que
marcará el resto de mi vida y ha sido, a todos los niveles espectacular. La
gente, todos los amigos, la cantidad de viajeros que hay en el mundo en una
situación parecida a la tuya; las olas, la conexión con la naturaleza, los
animales, la mar.. Estoy orgulloso de lo que he hecho. No lo he hecho ni mejor
ni peor que otros. Los que me precedieron y los que lo van a hacer. Simplemente
a mi manera. Grácias. Espero haberos hecho soñar un poco. Y hasta la próxima.
Consejo 1: Toma el relevo. Te toca a ti.
Consejo 2: La vida en el planeta está conectada. Las
personas, plantas y animales. Lo que se hace en una parte del mundo afecta a
todas las demás. Somos todos muy parecidos, somos seres humanos. Y aunque hemos
de cuidar lo nuestro localmente este mundo es nuestra casa. Reconoce a tus
iguales por encima de las diferencias. Somos todos parte de la vida. Cuida a la
gente, cuida lo que te rodea porque tú eres responsable del trocito de mundo en
el que te ha tocado vivir; cuida el océano, cuida el planeta azul.
Etiquetes de comentaris:
3sesenta un año al ritmo de las olas,
eco
959 Iñaki.
Egun on kukuoyentes de esta emisora imaginaria!
Olfeateando el último maretón, calculando las posibilidades y abriendo los ojos ante las grandes olas que llegaron a nuestras costas me encontré con Iñaki. Este stormrider salía de la que sin duda había sido una grande e intensa sesión. Con una sana sonrisa en la cara y el pintxo bajo el brazo charlamos un rato. Al entrar por las rocas había sido cazado por la serie y se hirió en el pié. Él decía que no era nada pero la herida tras la sesión aún le sangraba. Desde aquí esperamos que ya estés recuperado Iñaki y que nos veamos más a menudo por la carretera de las olas. Ondo ibili kukureaders!
Olfeateando el último maretón, calculando las posibilidades y abriendo los ojos ante las grandes olas que llegaron a nuestras costas me encontré con Iñaki. Este stormrider salía de la que sin duda había sido una grande e intensa sesión. Con una sana sonrisa en la cara y el pintxo bajo el brazo charlamos un rato. Al entrar por las rocas había sido cazado por la serie y se hirió en el pié. Él decía que no era nada pero la herida tras la sesión aún le sangraba. Desde aquí esperamos que ya estés recuperado Iñaki y que nos veamos más a menudo por la carretera de las olas. Ondo ibili kukureaders!
diumenge, de desembre 25, 2011
958 2012.
Arratsalde on, buenas tardes kukuoyentes de esta emisora imaginaria.
Desde kukurustan os enviamos nuestra felicitación de Navidad. Que el 2012 os depare muchas aventuras. Muchas sonrisas, muchos minutos sobre las olas, inspiración, conexión con la vida y la naturaleza. Respeto a los océanos. Firmeza, fuerza, serenidad, creatividad, salud y amor. Equilibrio diario.
"Ladran, luego cabalgamos". Ondo segi kukureaders! Un abrazo fuerte desde esta pequeña radio que se lee. Kukurusta & Co.
dimecres, de desembre 21, 2011
957 Hondartza garbiketa. Limpieza de playa.
Egun on kukuoyentes de esta emisora imaginaria.
Esta mañana he ido a pegarme un baño y me he encontrado un frigorífico en la arena. Creo que no pega mucho allí.
Convocada por los amigos de Patagonia Donostia mañana tenemos una cita entre las 10 y las 12 del mediodía para limpiar la playa.
Es una buena oportunidad para darle las gracias por los buenos ratos que nos ha dado. Para agradecer a la madre naturaleza. Pero sobre todo para concienciar a toda la gente que pasea por la zona. Que nos vean recogiendo lo que no es nuestro para un bien común. Por ejemplo todo lo que se “cae” desde el muro en la hora del recreo o lo que trae la corriente.
Frigoríficos en la arena, no gracias. Queremos las playas limpias.
La cita, mañana jueves a las 10 de la mañana en la puerta de la tienda de Patagonia Donosti en Sagües, Gros.
dilluns, de desembre 19, 2011
956 Argi. Luz. Llum. Light.
Gau on, buenas noches amigos kukuoyentes de esta emisora imaginaria.
Una buena persona, a la que considero muy conocedora de muchísimos aspectos clave de la vida, recientemente puso en palabras vagos sentimientos que me orbitaban. Cuando ella habla procuro que todo yo, se convierta en una oreja. Una oreja que además de oir, escucha.
Y su mensaje venía a decir cuidado. Cuidado con lo que lees, lo que escuchas, lo que estudias. A fin de cuentas, a qué te expones. Porque somos como esponjas y toda esa información se queda ahí. Somos seres sociales que a menudo mostramos una conciencia común. Me mostró la importancia de discriminar, de elegir lo que nos llega. Tanto información como las personas que entran en nuestra vida. De alguna manera todos lo hacemos. Pero se trata de hacerlo conscientemente. Descartar un periódico, apagar la tele o esquivar a una persona que no nos trae nada bueno o nos quita la energía o la vitalidad.
Es evidente que la situación económica es difícil. Ya nos lo han dejado claro y nos lo repiten cada día por si se nos ocurría soñar o respirar un rato. Y ahora es un buen momento para aprender de todo esto. Y es que no nos queda otra salida. Intentar sacar algo positivo de esta situación.
Exactamente hoy se dan 3 meses desde que llegué de vuelta a casa. Mi hermano me aconsejó que no perdiera la claridad mental que traía tras un año de viaje por distintos países del mundo. Y ese fue un gran consejo.
Como grafista, diseñador gráfico de profesión he prestado mis servicios en distintos estudios de diseño, he trabajado como freelance y como profesor.
Antes del regreso pensé: quiero un trabajo cerca de la playa. Para poder seguir surfeando. Claro que tengo proyectos e ilusiones pero pensé que bajo ningún concepto quería encerrarme 40 horas en un lugar sin ventana alejado de la mar.
Hice un currículum sencillísimo. En el que dejaba claro que buscaba trabajo (BUSCO TRABAJO) y que era un todo-terreno. Una foto en color y una breve descripción de mis estudios y experiencia en relación a ellos. Además añadí mis nuevos conocimientos adquiridos: trabajador de la construcción, jardinero, paseador de perros y hotelero (recepción, "hacedor" de camas", limpiacocinas y baños). Un e-mail y un número de teléfono. Y me eché a la calle un dia soleado en bici dispuesto a pedalear el Tourmalet de la crisis.
Visité varios hoteles y comercios. Hasta dejé uno en el Aquarium de Donostia! Aparentemente la crisis, esa criatura especuladora con sonrisa banquera había devorado los puestos de empleo. No, ahora mismo no, no, no. Salí dos días consecutivos. Y al tercero me llamaron por si quería el puesto, empezar el lunes. Nos ha gustado tu C.V.
Un trabajo sencillo, con un jefe majo y buenos compañeros de trabajo. Entre tres y cuatro días a la semana. Con contrato, seguridad social.. Donde me permiten dejar una tabla de surf y un neopreno. Y ducha. Donde puedo ver las olas mientras atiendo o hago cualquier otro tipo de tarea necesaria para el negocio. Y sobre todo, donde no soy un esclavo y tengo libertad para seguir desarrollándome como persona. Es un principio.
Que no os quiten las ilusiones, que no os hagan estar de bajón cada día. Demuéstrate a ti mismo lo que quieras. Supérate sin dejar que el ego te guíe. Que a tus padres, tus profesores, etc..ya les has demostrado todo lo que tenías que demostrar. Que no eres más por trabajar para tal marca, por llevar un coche con más cavallos, por salir con la churri tal o el churro pascual. Que no se os caigan los anillos por pillar una fregona, servir tras una barra o empuñar un martillo. La dignidad no te la da el trabajo, la llevas tú dentro.
Y si lo que te hace mejor persona, sonreir más, estar más relajado y más sano es el surf, surfea.
Que poderse, se puede.
Ondo ibili kukureaders.
diumenge, de desembre 18, 2011
dissabte, de desembre 17, 2011
953 Ohar. Nota.
Gau on buenas noches kukuoyentes de esta emisora imaginaria. Tan solo una breve nota para dar las gracias a las personas que han hecho posible que pudiera surfear hoy. Iker y Miki. Grácias amigos. Por el apoyo mental y logístico. Y por ser un buen compañero en el agua en un baño que podría haber sido difícil. Por la tranquilidad de surfear contigo y la diversión. Por muchas más sesiones. Eskerrik asko.
dijous, de desembre 15, 2011
952 Stormriders.
Egun on kukuoyentes de esta emisora imaginaria.
Dos días de observación de las grandes olas que esta última tormenta nos está trayendo han inspirado estas letras. En algunos lugares la marea baja parecía marea alta debido a la potencia de las olas. Mientras se forman estas palabras frente a una pantalla en blanco hay gente ahi fuera midiendo sus fuerzas en la marejada. Frente a la superación personal.
En primera línea, nuestros representantes locales en olas mastodónticas de primer nivel, siguiendo la tormenta desde Galicia a Euskal Herria. Ellos simbolizan la inspiración. La visión. La lectura más allá. Ellos abren caminos que nunca imaginamos y nos hacen soñar. Dentro la especie de humanomarinos, son una subespecie nacida para llevar los límites hasta el terreno de lo inimaginado.
Al nivel del surfista anónimo, el del día a día, con el que más nos identificamos en kukurustan; la preparación física y mental son vitales, la decisión para acudir a esa llamada de la mar grande, una aventura . Levantarse por la mañana y meter la tabla más grande en el coche, a menudo con juguetes por medio que revelan una vida cotidiana familiar. Esbozar una pequeña sonrisa sabiendo lo que esto implica.
No dejar que pensamientos negativos ni el miedo le atenacen es muy importante, mantener la diversión dentro de la seriedad. Llegar al escenario y medir. Observar las grandes series. Calcular los tiempos. La entrada y la salida. Inclinar la decisión hacia un lado en un momento en el que se decidirá si entrar o no. Si: adelante y sin lugar a dudas. Dispuesto a disfrutar y sufrir. No: relajarse, observar y seguir aprendiendo de lo que sucede frente a tus ojos y los surfistas que han decidido entrar. Y no pasa nada. Aquí no hay héroes y cobardes.
Al fin y al cabo somos una tribu de mar. De moradores de las playas, rocas y acantilados. De respeto y de misteriosa y fascinante devoción vital. De amor y complicidad a la mar.
Salud y que disfrutéis del maretón stormriders; sea desde el agua o desde la orilla.
Ondo ibili kukureaders.
dilluns, de desembre 12, 2011
951 101m
Gau on, buenas noches kukuoyentes de esta emisora imaginaria.
Acudíamos desde nuestro hostal-refugio en la montaña junto a las olas a la pequeña biblioteca municipal de un pueblecito de Nueva Zelanda llamado Raglan. Aprovechábamos que algún huésped iba a acercarse al pueblo para hacer la compra de la semana para ir con él y sinó nos prestaban alguna de las grandes furgonetas del alojamiento durante un par de horas.
El edificio era pequeño pero con buen aspecto. Y las mujeres que gestionaban la biblioteca lo hacían de manera amable y eficiente. Junto a la puerta, en el exterior había un carrito con libros a la venta a precios muy asequibles.
En el interior, tras superar el mostrador, tres ordenadores de uso público con conexión a internet gratis, cuatro pasillos de libros para adultos: novelas, historia, geografía, deportes, arqueología, fauna, guías de viaje, expediciones, etc...En la esquina un rincón de libros para los niños con juegos y mesa y sillitas a su medida. En el otro extremo una mesa y butaca perfectas para leer. Y junto a la ventana, una alargada mesa para viajeros con sus ordenadores portátiles donde podían conectarse a la red wireless.
Los usuarios de estos servicios eran tanto locales como viajeros de paso, maories como descendientes de europeos, niños y adultos. El ambiente de pueblo era muy agradable e invitaba a leer.
En esa parte de la sala principal había un revistero en donde se mostraban las portadas de las principales revistas y diarios kiwis (neozelandeses). Esperaba a un amigo y elegí una. Me llamó la atención la portada. El titular era impactante y la fotografía de portada en blanco y negro muy hermosa:
THE 100 m MAN (EL HOMBRE DE LOS 100M).
El hombre de los cien metros no era otro que William Trubridge. Este apneista kiwi había conseguido alcanzar el 16 de diciembre de 2010 los 101m, convirtiéndose en la primera persona en superar a los 100 metros de profundidad sin asistencia en el buceo en el Agujero azul de Dean en Long Island en las Bahamas.
Su relato iba narrando las sensaciones que iba teniendo en las distintas fases de profundidad y el enorme ejercicio de autocontrol que debía ejercer, manteniendo a raya los impulsos del cerebro que piden oxígeno a gritos, las convulsiones y el desvanecimiento.
Estas palabras de Umberto Pelizzari, su entrenador y uno de los más grandes apneistas de la historia, me llamaron mucho la atención:
"Quizá la única respuesta posible es que uno no desciende en apnea para mirar alrededor sino que lo hace para mirar dentro de si mismo. En el abismo me miro a mi mismo. Esto es una experiencia mística limítrofe con lo divino. Estoy inmensamente solo pero siento como si en mi interior estuviese toda la humanidad conmigo. Es mi existencia, una existencia humana que supera los límites, que se absorbe en el mar, que se funde en si mismo y lo re-encuentra."
Quizás porque con el surf nos conectamos también con el océano. Y porque en muchas ocasiones dejamos la superficie de las olas para sumergirnos en el silencio y aguantar la respiración. Pienso mucho en la apnea y procuro practicarla. Si quieres surfear olas grandes es algo definitivamente a tener en cuenta.
La gran diferencia reside en que cuando surfeamos vamos con las pulsaciones disparadas. Los 2 o 3 minutos que con calma y concentración podemos alcanzar en una situación de tranquilidad, en un escenario de surf, son imposibles. Diez o veinte segundos con el corazón desbocado son una verdadera eternidad.
Creo que el tiempo máximo que he llegado a contar en un revolcón bajo el agua son 9 segundos. Pero en algunas caídas, en algunas olas he notado que la ola me bajaba hasta un abismo oscuro, en algún rincón del fondo, y durante varios segundos, he notado calma.
Buceando, he bajado unos pocos metros, entre cinco y diez, y he jugado a agarrar el reef y aguantar un par de minutos. Observar a los peces acercándose te ayuda a olvidar el tiempo. Y no se lo que será, si química del cuerpo o la paz del alma sin ruido que la moleste, pero cuando esa sensación sucede, es inigualable. ¿Qué tendrá la apnea?
No os perdáis el vídeo del campeón William Trubridge en su descenso y récord de los 101 metros. ¿Cuanto aguantáis vosotros? Os animo a que aguantéis la respiración a la vez que veis el vídeo. ¿Tenéis alguna experiencia interesante relacionada con la apnea? Envianosla a olatuak@gmail.com
Os dejo con el hombre de los 100 metros. Ondo ibili kukureaders!
VIDEO (CLICK!).
diumenge, de desembre 11, 2011
950 Stitches.
Egun on kukuoyentes de esta emisora imaginaria. A mi pesar, en esta nueva entrega de la sección “filetazos” el protagonista soy yo. No la publiqué en su día por no alarmar a la familia innecesariamente y ahora que ya lo saben podéis conocer también la historia.
Bien,
situémonos. Hace poco más de un año me encontraba en Indonesia, en Bali
más concretamente. Con mi moto, bañata, escarpines y mi casco
Gath especial para surf, me dirigí a ese templo; a ese santuario del
surf que es Uluwatu. Aparqué la moto en la cuneta, evitando vendedores y
espontáneos gorrillas.
Pese
a la sobrepoblación de surfers que soporta esta ola, sigue teniendo una
elegancia, potencia y encanto mágicos. Su acceso, una larga escalinata
descendiente por la montaña habitada por los traviesos y semihumanos
monos. Atravesar los negocios del fotoego y camisetas. Sumada a un
descenso final a través de esas paredes de roca que forman la gruta de
Uluwatu que la hacen si cabe, aún más misteriosa.
Al
salir a la mar desde la cueva, la corriente te desplaza con fuerza
hacia la derecha, (algo que tienes que tener en cuenta al salir, hay que
cuadrar la corriente con la entrada a la cueva; si te pasas, vuelta a empezar). Tienes que rodearla y
remar con paciencia y firmeza hacia alguna de sus múltiples secciones.
Elegí la mía.
La sesión empezó bien. Sin embargo aún era una de mis primeros baños allí. Agarrré dos olas. Y la tercera me marcó.
Aquí
en casa tenemos la costumbre de buscar enseguida la parte alta de la
ola para ganar velocidad. Creo que en esa sección cometí un error grave.
Surfeaba de espaldas una ola de un metro pasado bombeando arriba y abajo. Justo en un momento del
bombeo en el que subí demasiado, el grueso y violento labio cerró
proyectándome hacia el reef.
El
resultado fue una herida abierta en mi mejilla-nariz y otra en la ceja.
La tabla se volteó y el primer impacto fue con mi cara sobre las
quillas. Pum! Un golpe seco y fuerte. La sangre sobre mi tabla, la cara
espantada de un surfista al verme..no eran
buenas señales. Me sumergí y el agua salada paró el borboteo de líquido
vital. Remé hacia la cueva.
-Oh fuck! (joder!). Dijo un surfer al ver mi cara. –Oh sorry, I didn’t mean to say that (lo siento, no quería decir eso).-añadió.
Me
encontraba bien. No estaba mareado. Le pregunté donde estaba el
socorrista. Me lo indicó. Empecé a caminar. Tras unos pasos, miré sobre
mi hombro. Mi acompañante había desaparecido.
El socorrista hizo una mueca al verme. –Vaya, me estáis tranquilizando un huevo entre todos- pensé.
Me
echó un poco de yodo en la herida y un parche básico. -Go straight to
hospital (vete directo al hospital)- me dijo. Le pregunté si estaba
cerca y me dijo que si. El segurata del parking me dijo que estaba a 15
km.
Pillé
la moto y conduje hasta mi home stay (pensión). Pedí un taxi a la
dueña. Llegó mientras me cambiaba y pillaba pasta. No quise levantar la
gasa para evitar que la herida volviera a sangrar. Iwan fue el taxista,
un miembro de la familia de la pensión.
Llegué
a la clínica de Jimbarán y allí me atendió un doctor indonesio de
sesentaypico años. Habían pasado ya más de dos horas desde el accidente
hasta que empezaron a coserme. Estaba algo rayado porque el único
"espejo" que había tenido habían sido las caras de los otros surfistas y
el socorrista. No sabía cómo me iba a quedar la cara...
Mi
intuición me hizo confiar en aquél médico. Pensé que estaría aburrido
de coser surfistas y seguramente harto de que turistas prepotentes.
Lejos de casa, me puse en sus manos. La operación fue larga, en una zona
dificil de coser. Más tarde vinieron dos viajeros con los que compartía
días entonces, a ver cómo estaba.
Comencé
a practicar las técnicas de respiración que había aprendido en yoga.
Funcionaron. Me tranquilicé. El producto final fueron 10 puntos en la
nariz hacia la mejilla y 3 más en la ceja. Iwan esperó allí todo el
tiempo. Me llevó de regreso a casa y cuando le pregunté cuánto le debía
me respondió: -Nada, estabas enfermo. Esta respuesta me conmovió
profundamente en medio de la vorágine comercial de Bali. Reflejó el
verdadero espíritu y bondad de los balineses. Evidentemente le pagué la
carrera. Me había sentido arropado por gente que apenas conocía.
El
golpe había sido fuerte pero era solo eso, un corte. No había roturas.
Me pasé 10 días fuera del agua sacando fotos como loco. Pero había
cogido miedo. De tal forma, pensé que la mejor manera de desprenderme de
él era regresando a Uluwatu. Así lo hice y todo fue bien. Hice las
paces con Ulu's.
Al
volver a casa he pasado por "chapa y pintura" y me he revisado la vista
y los oídos. El sol australiano me quemó un poco el ojo izquierdo. Sin
embargo, en esta revisión descubrí que en
el ojo en el que no notaba nada malo, tenía dos desgarros en la retina.
Algo serio si no se trata a tiempo. Posiblemente fueron provocados por
aquél golpe en olas indonesias. Quizás fue en otra ocasión donde me
llevé un golpe fuerte en la cara hace años patinando. Igual una suma de
los dos. Un tratamiento con láser y todo sigue en su sitio.
Así
que este ha sido mi filetazo particular. Recordad que el surf es un
deporte extremo y que las tablas pueden ser peligrosas, incluso las
vuestras. Pensad en la gente que está en el agua dos veces antes de
tiraros a una ola. Primero un vistazo y sino hay nadie delante, a tope!
Ondo ibili kukureaders! que tengáis una feliz semana.
divendres, de desembre 09, 2011
949 Parlamentiari itzuli. Regreso a Parlamentia. Back to Parlamentia.
Sinceramente pensaba que tras regresar a casa ya me habría quedado tranquilo. Que claro, seguiría surfeando pero que lo haría de una manera mucho más ocasional. Me sentaría a beber cerveza y a ver engordar mi barriga.
Y si, algo dentro de mí se ha saciado.Y ahora tengo mucha más paciencia en el agua y una visión más global de lo significan esas cuatro letras que tan locos nos vuelven: Surf.
Pero aún tengo muchas ganas de jugar. Y así, desempolvé mi ocho pies. Lo limpié bien. Até el invento de árbol a árbol (higuera-cerezo, cerezo-higuera) toda la noche para dejarlo bien estiradito y evitar lazos. Al día siguiente lo metí en el viejo volvo. Es sorprendente que me entraran tres tablas en ese coche.
Los veteranos que vi en Margaret River atacando incansablemente a Main Break me inspiraron mucho respeto y admiración. Surfistas de más de 60 años con sus guns bajo el brazo, casco y decisión. Allí eché de menos esta tabla.
Me gustan las olas grandes. Desde que empecé en esto siempre me gustó estar adentro del todo. En primera fila para no perderme nada. Aislarme. Pillar la grande. Y lo hablaba con un amigo el otro día. Puede que no seas un tamañero (yo no lo soy), pero si quieres ir dando pasitos hacia olas más grandes lo primero que necesitas es la tabla. Puede que ese día no entres porque lo veas demasiado lejos de tu alcance. Y no pasa nada. No tienes que demostrar nada a nadie. Si lo haces es porque hay algo ahí que te atrae y te gusta. Pero, si no tienes la tabla para esas condiciones, seguro que no vas a entrar.
Así que primero, la tabla. Después depende de tí.
Hace algo más de una semana entró un swell de 2'5 metros, sol y un ligero sudeste. Y con ganas, me dirigí a Parlamentia en un día soleado sin otro objetivo que remar hasta el piko, exponerme, e intentar surfear una de las más grandes. Objetivo, una ola.
Y las sensaciones..¿cómo explicarlo? Creo que esos baños son como una especie de meditación. A su vez, requieren de concentración. Solo estábamos 7 tios en el agua. Una larga espera que te mece, en la que parece que nada sucede. Comprobar tu posición, respirar, relajarte.. De pronto llega la serie para pasar en un segundo a ponerte el corazón a 200. La decisión es fundamental. La determinación de exponerte a la serie y darle. A muerte.
En la espera he mejorado. En mis primeros baños en esta ola estaba muy nervioso en las entreseries. Ahora he aprendido a relajarme. Cuanto más entras en un sitio, más tranquilo estarás. Más conocimiento, menos nervios. A esta ola, con esa dirección de mar, la marejada le entra muy fuerte, muy directa. Y la sensación de la masa de agua que empuja es algo que no tiene mucho que ver con las sesiones habituales. Es otro surf, los conceptos son distintos. La potencia es indescriptible. La tienes que sentir.
Ahora me siento mejor sobre esta tabla. Poco a poco me estoy familiarizando con ella. Al ser tan larga y estrecha en nose y tail, me costaba situarme al remar.
Y la sesión..Larga remada sin parar hasta el pico. Bien. Fue bajando la marea y se fue definiendo la ola. Pillé una mediana y tras terminarla me absorvió la espuma blanca. Me comí unas 5 olas, es decir, la serie. Allí no hay nada que hacer. Comer y comer. La fuerza de esa espuma no es broma no. La tabla da vueltas, no puedes pinchar ni salir de allí. Remar y aguantar la posición.
En días más grandes, al entrar la serie, es sorprendente como te arrastra una corriente súbita hacia el piko, desplazándote muchos metros.
Vuelta a la rompiente.. Allí el incombustible Antonio con su pintxo y casco rojos. Antonio está como una cabra pero la verdad es que me dio buenos consejos. Y la mejor ola me la cedió él. También estaba Christophe Reinhardt, su nombre es sinónimo de esta ola y de surf grande.
Esperé, conseguí hacer el pato con el 8 pies con un buen resultado en algunas series sorpresa. Y en otra que adivinamos en el horizonte antes de que llegara me tiré un poco tarde a una pared vertical. Pensaba que podría clavar la punta pero la salvé, bajé bastante comprimido y el pintxo me ayudó. Un largo bottom acariciando el agua. Me sorprendió lo dura que está a esa velocidad. Un par de lindos cut-backs y una sonrisa. Al final me cuadraron 4 olas y ningún wipe-out. No siempre es así. A ver que tal me manejo en días más grandes.
Fue un bonito día soleado. Ondo ibili kukureaders. Que tengáis buen fin de semana.
dimecres, de desembre 07, 2011
dimarts, de desembre 06, 2011
947 Egun batean... En un día... One day...
Arratsalde on, buenas tardes kukuoyentes de esta pequeñita emisora imaginaria.
En un día después de surfear dos sesiones, esto es lo que veían los ojos de mi amigo Esteban y míos.
Son momentos en los que se despiertan los sentidos desconectando la mente. Las pupilas se dilatan ante la serie. Las aletas de tu nariz se afilan húmedas frente a los olores a rocas mojadas. Tu cara se empapa de salitre, fresca. Tus oídos recogen los graves tonos del estruendo de las olas y tu lengua lame los labios diciendo yo también quiero.
Ondo ibili kukureaders.
En un día después de surfear dos sesiones, esto es lo que veían los ojos de mi amigo Esteban y míos.
Son momentos en los que se despiertan los sentidos desconectando la mente. Las pupilas se dilatan ante la serie. Las aletas de tu nariz se afilan húmedas frente a los olores a rocas mojadas. Tu cara se empapa de salitre, fresca. Tus oídos recogen los graves tonos del estruendo de las olas y tu lengua lame los labios diciendo yo también quiero.
Ondo ibili kukureaders.
divendres, de desembre 02, 2011
946 Tiburoi txikia. El pequeño tiburón. El petit tauró. The little shark.
Gabon kukuoyentes de esta emisora imaginaria.
Zorionak a todos los Javieres en este día de celebración de su santo, patrón de Navarra y día del Euskera. Por si no lo sabíais el nombre Javier viene de Etxeberri, o Casa Nueva en Euskera. Para este día especial os dejo una historia no menos especial, que me sucedió en mis viajes. Que la disfrutéis y paséis buen fin de semana. Y no os olvidéis de poner luz a vuestro alrededor, que en estos tiempos es cuando hay que agudizar el ingenio y mostrarse más humanos que nunca. Ondo segi kukureaders!
Salí descalzo de la habitación número 13 buscando aire fresco y no podía creerme la escena que estaba sucediendo frente a mí. Aquello era un mal presagio, una transgresión del equilibrio, de leyes invisibles entre hombres y animales. Brutalidad. Cerré ambos puños con fuerza, el cuello tenso. Caminé con zancadas de león ahogando una lágrima en la garganta. Allí, en el césped, David y su maza. Este inglés emigrado a Australia y recientemente iniciado en la pesca aporreaba a un pequeño tiburón pardo, un pequeño carpet shark.
Sentí pena al ver cómo aquél ignorante machacaba a aquella preciosa criatura. Eran días de tener a los tiburones en las conversaciones diarias de aquél hostal. De sentir su presencia a flor de piel cada día al entrar al agua con la tabla. De esfuerzo de concentración y control. De conexión con la mar.
No supe, por unos segundos, si arrancarle la maza y gritarle o qué hacer. No era un mal hombre, vivía una vida resignada y apacible. De un hombre que no ha encontrado su camino y posiblemente nunca lo haría. Intentaba pescar pero no ponía un pié en el agua. Siempre desde las rocas o la playa. No comprendía. No comprendía nada.
Me acerqué rápido. El jóven escualo no tendría más de un metro de largo. Era ancho y con una perfecta e hidrodinámica piel marrón. Ya estaba inmóvil. Intenté educar. Mostré mi desaprobación. Y le hice ver que aquello no estaba bien. Me dijo que acababa de matarlo porque se resistía desde la playa. Le hice ver que estaban protegidos, de la importancia de los tiburones en el agua, de cómo mantienen las poblaciones de peces sanas y limpian los océanos. Se sintió mal. Como un niño pequeño de casi cincuenta años que se ha portado mal, no sabía donde meterse..
El animal yacía sobre el césped. Su silueta seguía intacta pese a los martillazos. Músculo y fuerza pura. Más de 40 millones de años de evolución. Estaba muy triste, era una cría.
Me arrodillé junto a ella y lentamente puse mi mano sobre su cabeza. No se si fue un acto reflejo o un último aliento, pero en ese preciso momento el tiburón hizo un último movimiento; movió repentinamente la cola y alzo ligeramente la cabeza. Noté algo muy fuerte, algo invisible pero real. Me gusta imaginar que algo de ese tiburoncillo pasó a mi interior, y que aún puede deslizarse bajo el agua cada vez que me meto en ella.
No more sharks (no más tiburones)- le repetí varias veces con voz grave. Creo que a David le quedó claro.
Zorionak a todos los Javieres en este día de celebración de su santo, patrón de Navarra y día del Euskera. Por si no lo sabíais el nombre Javier viene de Etxeberri, o Casa Nueva en Euskera. Para este día especial os dejo una historia no menos especial, que me sucedió en mis viajes. Que la disfrutéis y paséis buen fin de semana. Y no os olvidéis de poner luz a vuestro alrededor, que en estos tiempos es cuando hay que agudizar el ingenio y mostrarse más humanos que nunca. Ondo segi kukureaders!
Salí descalzo de la habitación número 13 buscando aire fresco y no podía creerme la escena que estaba sucediendo frente a mí. Aquello era un mal presagio, una transgresión del equilibrio, de leyes invisibles entre hombres y animales. Brutalidad. Cerré ambos puños con fuerza, el cuello tenso. Caminé con zancadas de león ahogando una lágrima en la garganta. Allí, en el césped, David y su maza. Este inglés emigrado a Australia y recientemente iniciado en la pesca aporreaba a un pequeño tiburón pardo, un pequeño carpet shark.
Sentí pena al ver cómo aquél ignorante machacaba a aquella preciosa criatura. Eran días de tener a los tiburones en las conversaciones diarias de aquél hostal. De sentir su presencia a flor de piel cada día al entrar al agua con la tabla. De esfuerzo de concentración y control. De conexión con la mar.
No supe, por unos segundos, si arrancarle la maza y gritarle o qué hacer. No era un mal hombre, vivía una vida resignada y apacible. De un hombre que no ha encontrado su camino y posiblemente nunca lo haría. Intentaba pescar pero no ponía un pié en el agua. Siempre desde las rocas o la playa. No comprendía. No comprendía nada.
Me acerqué rápido. El jóven escualo no tendría más de un metro de largo. Era ancho y con una perfecta e hidrodinámica piel marrón. Ya estaba inmóvil. Intenté educar. Mostré mi desaprobación. Y le hice ver que aquello no estaba bien. Me dijo que acababa de matarlo porque se resistía desde la playa. Le hice ver que estaban protegidos, de la importancia de los tiburones en el agua, de cómo mantienen las poblaciones de peces sanas y limpian los océanos. Se sintió mal. Como un niño pequeño de casi cincuenta años que se ha portado mal, no sabía donde meterse..
El animal yacía sobre el césped. Su silueta seguía intacta pese a los martillazos. Músculo y fuerza pura. Más de 40 millones de años de evolución. Estaba muy triste, era una cría.
Me arrodillé junto a ella y lentamente puse mi mano sobre su cabeza. No se si fue un acto reflejo o un último aliento, pero en ese preciso momento el tiburón hizo un último movimiento; movió repentinamente la cola y alzo ligeramente la cabeza. Noté algo muy fuerte, algo invisible pero real. Me gusta imaginar que algo de ese tiburoncillo pasó a mi interior, y que aún puede deslizarse bajo el agua cada vez que me meto en ella.
No more sharks (no más tiburones)- le repetí varias veces con voz grave. Creo que a David le quedó claro.
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