774 Merapi.

Odeiaren bidaia 24. El viaje de Odei 24.

Gau on, buenas noches importantísimos kukuoyentes de esta radio imaginaria. Habiendo exprimido los últimos días de olas en el entorno de Pacitan decidimos cambiar de zona y cruzar Java en tren. Dirigirnos a la zona de Cimaja. Para ello debíamos coger el tren en Jogjakarta hacia Jakarta. A 30 km de esta importante ciudad indonesia, el volcán Merapi llevaba días expulsando y esparciendo cenizas sobre los edificios de la misma. Con sus gases había producido 30 muertes (ahora 134); entre los fallecidos se encontraba Mbah Marijan el “guardián de la montaña”, un hombre muy respetado por la comunidad que con sus rezos intentaba calmar la furia del volcán. Tenía 83 años y llevaba décadas guardando el Merapi, la montaña de fuego, el volcán más activo de Indonesia, rezando a sus dioses. ¿Podéis imaginarlo?

Llegamos a Jogja y todo parecía normal. Nada de ceniza, muchos universitarios, una ciudad cultural y atractiva. 400.000 personas. Algunas personas, policías, portaban máscaras. Pensabamos que exageraban. La situación, normal.

Desperté a las 8, cansado del viaje del día anterior. Subí a la azotea del muy modesto pero limpio hotel para desayunar. Ante mí, la ciudad cubierta de cenizas. Como si fuera invierno y la nieve cubriera las tejas.

Algo inquieto bajé a la calle con mi cámara, dispuesto a averiguar la situación real. Compré 3 mascarillas en una parafarmacia ya que al pasar los coches el polvo se levantaba y entraba en boca y ojos. Vendían 3 por persona máximo. Justo, dos para mis amigos y una para mí.

Wulang, la recepcionista del hotel, me contó que había pasado miedo la pasada noche. Pequeñas piedras habían caído a tan solo 2 km del hotel.

Cogimos el billete para esa misma tarde. El nerviosismo se podía palpar en la estación. Me daba más miedo el posible pánico de la gente que el Merapi. Que se colapsara la ciudad, sus comunicaciones..Alguien nos dijo que la gente se agolpaba en la estación de tren porque eran vacaciones ese viernes, algo que solo me tranquilizó superficialmente.

Ahora, desde Cimaja, a cientos de kilómetros de allí, espero que las amables personas que conocimos estén bien y que el Merapi no se lleve más vidas de esos campesinos que viven a sus faldas a duras penas. Jogjakarta está en alerta y su aeropuerto está cerrado. Ha sido una experiencia muy intensa para nosotros aunque la historia del Merapi aún generará olas de tinta.