dilluns, de gener 16, 2006

6 El día, el bitxo




No me entró curiosidad por el surf hasta bastante tarde, hacia los 20 años. Con 18, entré en el equipo de water-polo donostiarra Easo, el cual se formó con un grupo de nadadores habituales de las piscinas de Anoeta (gracias Sara por formar aquél equipo). Después de dos años de entrenamientos y partidos me encontraba como pez en el agua. Mi físico estaba a punto, y me sentía muy cómodo en el agua. Disfrutaba nadando en el mar.
Entonces llegó aquella tabla a mis manos. Una tabla corta con colorines y quillas rosas, la hawaiian juice. "Y el hombre se echó a la mar…"


Era verano en Zarautz y a alguien se le ocurrió sacar aquellas viejas y polvorientas tablas de algún rincón como quien lleva un balón a la playa.
No teníamos ni idea pero a base de insistir y de tragar agua conseguí ponerme de pié. La sensación fue muy divertida, era algo mágico, te deslizabas por el agua gracias a una fuerza invisible…
Así continuamos un grupo de la cuadrilla de Donostia todo el verano, Borja, Niko, Asiertxo y compañía…pero el día que me marcó y me decidió a tomarme esto en serio fue aquel septiembre de mareas vivas.
El sol caía a cuchillo desde el cielo, estaba grande y las olas tronaban bastante adentro, la mar avisaba…hoy no estoy para hostias.


Costaba remar, había que hacerlo con fuerza y olí por primera vez esa violencia que desprende la mar viva. Entré con Matxu, que llevaba muchos años surfeando y lo hacía realmente bien. Al principio me dediqué a observar aquellos maravillosos muros de agua en la serie. En la siguiente, Matxu me gritó:-¡vamos navarro!- Y envalentonado me puse de espaldas a la ola, clavé mis manos en el agua, y remé con fuerza para impulsarme. Poco a poco se fue formando una rampa delante de mis ojos mientras un vértigo retorcía mi estómago. No sé ni como salté encima de la tabla y bajé aquella pared en línea recta a toda velocidad entrando en un éxtasis de magia y naturaleza.
Al salir me felicitaron los colegas que estaban en la playa. Aquel día me marcó. Surfearía siempre. Evidentemente, no cogí la pared, no metí un gran giro ni entré en un tubo cristalino, pero a mi escala, a mi nivel y en aquel momento, me sentí el tío más feliz del mundo, había cogido aquella ola. Me había picado el bitxo.

2 comentaris:

Anònim ha dit...

Hola vasco! Antes que nada quiero felicitarte por tu bloc, realmente es muy bueno y plasma a la perfección tu pasión por el deporte.

He querido publicar aquí mi comentario porque tu relato me ha impresionado muchisimo, es cierto que una vez que consigues desplazarte por las olas quieres volver a intentarlo y ya no lo puedes dejar, entonces llega el día en que te pica ese dichoso bichito marcándote de por vida. A mi ya me ha sucedico y aunque todavía no he conseguido ponerme en pie en una tabla me encantaría progresar y poder sentir el mar bajo mis pies, espero logralo algún día de estos.

Un saludo loko!

Anònim ha dit...

Hola vasco! Antes que nada quiero felicitarte por tu bloc, realmente es muy bueno y plasma a la perfección tu pasión por el deporte.

He querido publicar aquí mi comentario porque tu relato me ha impresionado muchisimo, es cierto que una vez que consigues desplazarte por las olas quieres volver a intentarlo y ya no lo puedes dejar, entonces llega el día en que te pica ese dichoso bichito marcándote de por vida. A mi ya me ha sucedico y aunque todavía no he conseguido ponerme en pie en una tabla me encantaría progresar y poder sentir el mar bajo mis pies, espero logralo algún día de estos.

Un saludo loko!