divendres, de desembre 19, 2008

358 Johnathan




El tren se deslizaba junto al mar por la vías que se dirigían hacia la gran ciudad. El padre de J iba sentado frente a él, con la ropa limpia, el pelo bien peinado con la raya en medio y un silencioso rictus de incierta tranquilidad; tragaba saliba, suspiraba entrecortadamente y se mordía la comisura de los labios por dentro de la boca.

Hacía unos minutos, mientras J recorría el vagón próximo en busca de dos asientos mejores, sacó una carta de su bolsillo con el escudo del ministerio de interior. La releyó con el estómago girado aunque con gesto imperturbable la dobló y la volvió a guardar. J, con 14 años ya lucía un tatuaje casero al estilo carcelario entre el pulgar y el índice de la mano derecha, a tinta y aguja, con la tinta extendida irregularmente. JxZ.

Al llegar a la siguiente estación, bajaron algunos pasajeros y ellos cambiaron sus asientos por otros más cercanos a la vista de la mar.

Miraba perdido al horizonte de las vías sin futuro, macarra y perdido aunque bueno a veces; de pronto algo espabiló su mirada, un surfista en el agua, esperando una ola. Levantó su mano tatuada para decirle a su padre sorprendido:-están en el agua. Este asintió, en silencio. Les esperaban a las 12 en el centor de internamiento de menores. Un hombre y su hijo.