135 Euria, pluja, lluvia, rain

26-06-07

Era un día muy similar al de hoy. A mediados de julio, templado y muy lluvioso, sin viento, todo verde y húmedo.

Los alumnos con suspensos para septiembre de Agustín Fermín hacíamos clases de recuperación en su casa durante el verano.

En muchas ocasiones era un tipo bastante visceral, aunque dentro de un control. Su voz rasgada y desgastada se afanaba en poner órden en clase cuando las cosas se salían de madre. Los ojos se le salían de las cuencas, la vena hinchada en su cuello y la cara roja mientras se cagaba en lo más sagrado en mitad de clase de religión. Lo conseguía cuando le pegaba un demoledor puñetazo a la mesa de madera de una de las aulas de Marianistas. El silencio reinaba a partir de ese momento, después del alboroto en crescendo.

Fuera del colegio el tipo era mucho más cordial con nosotros. Su casa, en el barrio de San Roque de Donostia, un barrio que baja la montaña desde La Cumbre hasta Easo por una serpenteante y estrecha carretera, estaba rodeada de verde, principalmente plataneros, ortensias y césped.

La clase no era excesivamente larga y consistía más que nada en intentar resolver los ejercicios que Agustín te proponía. Cuando no entendías algo, él venía y te lo explicaba. Dejaba la puerta de la casa abierta, con lo que podías seguir observando la lluvia caer sobre las hojas y la hierba verde. Aquellas paredes te arropaban.

Estudiabamos en el salón en la planta baja, en distintas mesas que formaban parte del mobiliario habitual de su casa. Había muy poca luz, aunque nuestros lugares de estudio estaban iluminados puntualmente por luces cálidas y naranjas.

Una vez me tocó sentarme en la mesa de cristal. Tenía un mapa-mundi emparedado entre dos cristales, y yo, como mal estudiante que era, me dedicaba a hacer arriesgados y divertidos viajes mentales por aquel precioso trozo de papel impreso…cuando Fermín no miraba.