dilluns, d’abril 21, 2008

227 Los autenticos locales de La Barceloneta: Alex y Pia.

Este texto corresponde a la época en la que vivía en Barcelona cuando aún entraban olas grandes en la Barceloneta. Lo escribí aproximadamente hace dos años y medio. Kukurusta. (photos: kukurusta).



Los conocí un dia que bajé a la Barceloneta a pillar unas olas. A simple vista eran unos mendigos con sus sacos y sus trastos pero a su lado había alguna funda de una tabla de surf.

Había bajado en autobús con la tabla, no tenía dónde guardar las cosas y no quería dejarlas a tiro de los malditos merodeadores que pueblan esta zona de la ciudad, los que arrasan con las carteras y cámaras de los guiris y no dudan en petar seis furgonetas de surfistas en el mismo día para saquearlas.

Entonces me acerqué a ellos y me indicaron que podía dejar allí las cosas, que ellos las vigilarían. Al principio desconfié, pero el ver otras fundas de surfistas y con las ganas de tener por fin un baño decente en el Mediterráneo, me fui al agua. Eché un vistazo de vez en cuando desde el mar y mi funda seguía allí, a su lado.

Fui volviendo cuando había buena previsión y siempre estaban allí con su tienda de campaña, en los bajos del paseo.

Yo les dejaba la funda con todo dentro y me iba a surfear, nunca me pidieron nada a cambio y pude dar cuenta de su buena fe cuando vi a Pia ondear un palo de madera para ahuyentar a unos marroquíes que tenían “cierta curiosidad” por nuestras escasas po­se­siones.

Álex tiene treinta años y es ruso. Pía debe tener algunos años más y vino desde Suiza. Ambos son rubios, Pia calza un 36 y Álex un 45. No les gusta que haya olas porque les cuesta más dormir y a veces las olas llegan demasiado cerca de la tienda, es­pe­cialmente cuando entra una le­van­tada fuerte. Pero Álex sabe que apareceré cuando haya olas. Me pidieron que cuando fuera al agua antes de trabajar, metiera las cosas en su tienda de campaña aunque es­tu­vie­ran dormidos, ya que sino no me las podrían vigilar. Y así lo hacía; llegaba justo antes del amanecer, me acercaba a la tienda, abría despacito la cremallera, dejába la funda sin molestar y me iba al agua, a menudo sólo y soñoliento.

Álex se fue de Rusia para viajar. Conoció gran parte de Europa y acabó en Barcelona. Tuvo que volver para ayudar a su her­ma­na, que había tenido un crío, se había separado de su marido, y bueno, le tocó hacer de mamá durante un año. Pia y él se co­no­cie­ron cuando volvió a Barcelona, en la Plaza Real. No se drogan, ex­cepto algún porrito de vez en cuando y algo de vino para alegrar el alma.

La policía les ha echado mil veces pero la playa es su casa. Al final, de alguna u otra manera les han reconocido su derecho a dormir allí, aunque cuando aparece otro cuerpo nuevo de policía la historia se vuelve a repetir.

Pia tiene papeles, Álex no, y al ser ruso no le dan trabajo fácilmente. La gente del barrio les cuida bien. Hay un grupo de jubilados que tienen un pequeño local en los bajos para jugar al dominó. Cuando hace sol salen como los caracoles a echar la partida con sus mesas y sillas de plástico. Ellos les ceden un sitio para dejar la tienda y los bár­tulos en el local durante el día. No pueden tener la tienda plantada du­rante el día por la policía y la montan y des­montan a diario. El restaurante es­pe­cia­lizado en pollos y en­sa­la­das les suele dar de comer y los surfistas han procurado de­vol­verles el favor de cuidar sus fundas con algún saco de dormir, co­mi­da y mantas cuan­do las han necesitado.

Una vez la guar­dia urbana les quitó su tienda de dor­mir, y algunos surferos habituales de la Barceloneta hicimos una colecta para conseguirles una nue­va. Ellos nos cuidan y nosotros a ellos. Recuerdo la emoción de Álex cuando un día le llevé un par de periódicos rusos que compré en la Rambla. Dos simples periódicos le alegraron el día. Otra vez me regaló unas zapatillas Asics nuevas, eran demasiado pequeñas para él y se empeñó en regalarmelas. Aún las conservo.

Su conversación es divertida y alegre. Siempre están allí cuando vamos a pillar olas aunque una temporada des­apa­recieron para finalmente volver a la playa. La única vez
que fui al agua y no estaban tuve que dejar la mochila en la orilla y me la robaron; resultado: surfer empapado y en neopreno con tabla bajo el brazo en la comisaria de La Bar­celoneta. Era un día grande y entre serie y serie, la mochila voló. Otra más. Con mi cartera, móvil, llaves y un book con mis trabajos de diseño recién impreso. Estaba buscando un nuevo trabajo..

Hace un par de meses, mientras Álex y Pia dormían, alguien apuñaló a Álex. No vio a nadie, no sabe quién fue, pero la puñalada le llegó al pulmón izquierdo, cerca del corazón. Estuvo en el hospital varias semanas pero lo peor es que le hicieron las pruebas para el virus del VIH y dio positivo.





















La semana pasada le confirmaron que no tenía desarrollada la enfermedad pero que era portador. Hoy he estado con él y me lo ha contado todo. Le han dicho que si no se medica podría durar tres años. Si lo hace dicen que hasta quince. Tendría que tomarse diez pastillas diarias, cinco a la mañana y a las doce horas otras cinco, durante toda su vida.

Lo peor es que no sabe como ha cogido el virus, no se ha pinchado y según él ha sido fiel a Pia, quién sabe, una cuchilla de afeitar, un corte o un pinchazo accidental, yo le creo. No hace más que releer un viejo periódico ruso una y otra vez, y hoy todavía se planteaba el no aceptar el tratamiento. Pero va a luchar, es un luchador, y seguirá cuidándonos. Quién sabe, a lo mejor un día se anima a entrar al agua con nosotros. Tiene unos ojos azules que escrutan el horizonte en busca de respuestas.

2 comentaris:

Anònim ha dit...

ke pasa javi.me kede tieso cuado vi a pia y alex.mucho tiempo pase con ellos tambien.dos cachos de pan,les llebaba ropa,comida.la pia se kedar embarazad.bueno,bueno.pero ya hace5 a�os por lo menos.ke sera dellos neno?

Kukurusta ha dit...

pues no tengo ni idea Kokiño, pero me da una pena cada vez que me acuerdo de ellos...una apherta amigo mío