dimecres, de gener 06, 2010

572 Mediterrani III.



La Barceloneta sigue su transformación. Da pena echar la vista atrás y pensar en lo salvaje que podía llegar a ser esa playa, rebelde contra su origen urbanita. Caparon la gran izquierda. Domaron sus picos centrales a base de roca pura, la intoxicaron aún más y para rematar la insolencia del poder y del dinero crearon lo impensable, un monstruoso y desalmado hotel ante la impotencia de una pequeña tribu, una tribu que peleó con las armas que tenía.

Por otra parte, cada vez hay más surfistas, muchísimos; muchos de paso por la gran Condal y los que conocía, los de siempre, siguen ahí; resignados a surfear donde se pueda, sin ni tan siquiera poder reclamar un derecho que era suyo, unas olas ahora muertas, unos recuerdos como una película de super8 que aparece cada vez más borrosa, algo desteñida. Algunos marcharon a otras costas antes de los desastres realizados por el ayuntamiento y sus socios amigos del gobierno. Estos finiquitaron el proyecto-desastre sin escuchar ni a la ACS (Associació Catalana de Surf) de la que tuve el honor de formar parte, ni a los vecinos de la playa, ni por supuesto, a la naturaleza. Un suspiro largo y resignado.

Quedan las olas que quedan, moverse al sur o Girona o Tarragona, los surfaris y algunos pequeños descubrimientos alejados de los monstruos urbanísticos devoradores de naturaleza. Ayer por la playa Mario, Vincent, el Bolas, y de nuevo la inseparable pareja, Hamza e Ischam. Al menos el Med parece que no se rinde y sigue enviando olas a sus adeptos, a sus admiradores. Entre ellos me incluyo. Aunque sea un mar frustrante para un surfista allí residente y no sea suficiente para el/la que quiere o necesita sus olas todas las semanas, puede ser una verdadera delicatessen unas cuantas veces al año; olas preciosas, esmeraldas, brillantes, incluso tuberas y muy rápidas pueden dejarte un recuerdo imborrable en tu memoria sensorial. Simplemente hay que estar en el momento concreto en el lugar adecuado.